El saqueo al país
Esquilmar, según el diccionario de la RAE, sería, “coger
el fruto de las haciendas, heredades y ganados”, pero en el caso de España y con
respecto a como gestionan las propiedades y los recursos públicos, me quedo con
otra de las acepciones: “menoscabar, agotar una fuente de riqueza sacando de ella
mayor provecho que el debido”.
Durante lustros los legítimos representantes de los
ciudadanos, elegidos democráticamente, han gestionado nuestro patrimonio
público (ese patrimonio del cual su titularidad, su propiedad, la ostentamos
nosotros, no nuestros representantes, no los presidentes del gobierno del
estado, de las comunidades o de los ayuntamientos, si no nosotros, los
habitantes de este país) y lo han hecho fatal, rematadamente mal, llegando
incluso a poner en situación crítica la existencia de cientos de miles de
familias que de la noche a la mañana, pensando en que tenían una calidad de
vida aceptable, se han encontrado en la más mísera de las miserias, aquella que
te envuelve sin tu darte cuenta, después de haber estado haciendo durante toda
tu existencia aquello que es casi lo único que eres capaz de hacer: trabajar.
El país ha sido esquilmado y a la ciudadanía no le
queda otro remedio más que esperar, esperar a que las aguas vuelvan a su cauce.
Somos así, pacientes, educados, comprensivos y civilizados, somos un ejemplo de
orden y, con respecto a los políticos y a sus malas prácticas, sobre todo somos
unos quijotes. Tanta paciencia nos asfixia, deprime y poco a poco nos aniquila.
El saqueo al país, como ya no hay tanto desde donde
poder llenar bolsillos propios y de amigotes, está tomando un cauce
verdaderamente perverso, se está gestando la última o penúltima vuelta de
tuerca contra unos ciudadanos a los que ya se les ha exprimido hasta la última
gota de sangre, pero que aún, tras el crujido de todos sus huesos, les quedan
los tuétanos y a por ellos vienen.
Al margen de los recortes con los que volverán, al
parecer, a castigarnos, nuestros políticos están ya desmontando las últimas
estanterías de la tienda en forma de venta directa del patrimonio de todos, el
del estado, las autonomías y los municipios: tierras (incluyendo parques
naturales y bosques) y aguas. Ninguna propiedad, recurso y/o servicio público ,
ni su gestión, deberían ser entregados a la iniciativa privada sin el
explícito, caso por caso, consentimiento de los ciudadanos.
Es extremadamente urgente desplazar de la gestión
pública a todas esas personas que hasta hoy han sido agraciadas con la
confianza de los ciudadanos, es extremadamente urgente que desde las urnas
gestemos una auténtica alternativa, más cercana a nuestros intereses, honesta,
responsable y regeneradora. Necesitamos amputar el cáncer que nos corroe, si no
lo hacemos, la herencia que dejaremos a nuestros hijos, nietos y bisnietos será
frustrante.
JC